La pintura gótica,
una de las expresiones del arte gótico, no apareció hasta alrededor del año
1200, es decir, casi 30 años después del comienzo de la arquitectura y la
escultura góticas. La transición del románico al gótico es muy imprecisa y no
hay un claro corte, y podemos ver los comienzos de un estilo que es más
sombrío, oscuro y emotivo que en el periodo previo, a principios del siglo
XIII. El impulso decisivo de esta pintura realista cristiana se produjo en la
Italia septentrional de finales de siglo. Diseminándose por el resto de Europa,
el periodo gótico se extendió durante más de doscientos años.
La característica
más evidente del arte gótico es un naturalismo cada vez mayor, frente a las
simplificadas e idealizadas representaciones del románico. Se considera que
esta característica surge por primera vez en la obra de los artistas italianos
de finales del siglo XIII, y que marcó el estilo dominante en la pintura
europea hasta el final del siglo XV. La pintura gótica se aproxima a la
imitación a la naturaleza que será el ideal del renacimiento, incluyendo la
representación de paisajes, no obstante, sigue siendo poco usual. Se desprende
de los convencionalismos y amaneramientos bizantinos y románicos, pero no toma
como ideal de belleza el arte griego ni romano antiguo.
En el gótico, en
correspondencia con las nuevas tendencias filosóficas y religiosas se tendió a aproximar la representación de los
personajes religiosos (los santos, los ángeles, la Virgen María, Cristo) en un
plano más humano que divino, dejándoles demostrar emociones y sentimientos.